El corazón del Eume

He leído, y seguiré leyendo, todo lo que llega a mis manos a través de la prensa y de las redes sociales sobre el incendio de las Fragas do Eume. He esperado con avidez cada noticia, cada fotografía, cada última hora, deseando acotar la magnitud del desastre. Curiosamente, al dolor de la pérdida y la rabia por lo sucedido, se suma a menudo el desconcierto ante muchos de los comentarios en la red y muchos de los análisis vertidos en los medios. 

No, no voy a hablar de política; no voy a hablar de la incomprensión que me asiste cada vez que pienso en lo desatendidos que siempre se han encontrado los parajes naturales en Galicia, y en especial en sus dos provincias del norte. Porque por desgracia hoy hablamos de la joya inigualable del Eume pero podríamos mencionar muchas otras, como las marismas de Baldaio, la laguna de Valdoviño, la fraga de Cecebre o el maravilloso Courel, que parece destinado a no ser parque y que también ha sido víctima de los incendios en el mes de marzo.

Pero no, no voy a hablar de política, porque en estos días de luto solo me apetece hablar del bosque. En estas jornadas en que los ojos de tanta gente se vuelven hacia nuestra esquina norteña, me apetece hablar del Eume, mostrar sus fotos, pasadas y presentes, contar qué son las fragas, qué hay, qué las hace únicas, intentar que no le pasen desapercibidas a nadie, difundir su conocimiento y su protección porque, tal vez, eso sea lo único que las salve. Si los propios gallegos no distinguen, incluso los que sé que han ido a ellas, una fotografía de un incendio de Montana con una de este maravilloso bosque atlántico, se me antoja más arduo el trabajo a realizar para poder cambiar las cosas.

Coruña, Monfero, Pontedeume, A Capela, As Pontes y Cabañas
Fuente: Xunta de Galicia, elaboración propia. / A. ALONSO
Las Fragas do Eume son mucho más que el monasterio de Caaveiro. Y digo esto, aún siendo consciente de su singular valor, porque me consta que para algunas personas el Parque Natural se reduce a la carretera que se extiende a orillas de la cuenca del río hasta el puente donde se puede dejar el coche para ascender a pie la pequeña cuesta, desde hace unos pocos años cubierta de pizarra, que lleva al antiguo cenobio, al lado del cual fluye el principal afluente del Eume, el río Sesín, junto al hermoso paraje de puente y molino  que se encuentra a su derecha. Os aseguro que no tiene nada que ver llegar al monasterio desde la otra orilla, por los sinuosos senderos, saltando riachuelos y sorteando rocas cubiertas de musgo.

Este tramo del que os hablo, afortunadamente no está perdido. Exceptuando alguna ladera por la que descendió el fuego, la joya verde permanece, y las fotografías de ese entorno que hemos podido ver hasta ahora, así lo atestiguan.

Ahora bien, precisamente por ese motivo, de ser el perímetro de parque más visitado y más valorado por muchos (recordemos que solo se valora lo que se conoce), resulta muy fácil leer opiniones en las que se minimiza la importancia del incendio y en las que se determina que la mayoría de lo que ha ardido son rastrojos, vegetación de monte bajo y eucaliptos. Desgraciadamente, no es verdad. Por fortuna, el parque vive, pero ha sufrido una seria herida.

Mi zona predilecta de este parque natural que, huelga decir, adoro en todos sus rincones, es precisamente la que separa el Monasterio de Caaveiro de la antigua central de A Ventureira por ambas orillas. Sus sendas introducen a uno en pleno corazón del Eume. Es ahí donde se encuentran tesoros biológicos que, de seguro, hubo un tiempo que se extendieron por todo el paraje. En ese reducto de complicado acceso, de obligada protección por su natural aislamiento, era posible descubrir un sinfín de especies de flora, invertebrados endémicos, animales salvajes, madrigueras, huellas de lobo y silencio.

Parece ser que esa parte del parque de la que todavía no he podido ver fotografía alguna y a la que resultaba imposible hasta ayer mismo el acceso, es donde se cebaba el domingo el fuego, lo que conduce a pensar, ojalá no sea así, que está en su mayor parte perdida.

Por todos estos motivos, mi único deseo, tan pronto como me sea posible, es ir a ver con mis propios ojos los daños y comprobar si han sobrevivido muchas de las especies que he catalogado para BiodiversidadVirtual en el corazón del Eume.

Para acabar la semblanza también os contaré qué más allá de esa central, se extiende un espectacular sendero caracterizado por sus vacíos aéreos. A partir de ahí, lo que prosigue en el mapa, es paisaje de montaña.

La grandeza de las Fragas del Eume reside en un ecosistema único, por más esquemática que parezca la ficha que le dedica el Ministerio de Medio Ambiente y como tal, espero poder seguir dedicándole muchas horas de mi vida. Ojalá pueda compartirlas con vosotros.
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Sobre Silvia Pato

Autora de las novelas «Las nueve piedras» y «El Libro del Único Camino». Redactora de contenidos en diversos medios digitales.

2 comentarios :

Nely dijo...

Hola Silvia, yo tambien espero de verdad que se pueda parar esa barbarie de fuego que hay por las tierras asturianas. Ojala aunque se parte el ecosistema se pueda salvar y que la zona se vaya regerando poco a poco pronto hasta que vuelva a tener su belleza natural. Aqui en Gran Canaria sufrimos hace pocos años un incendio provocado que afecto a la mitad de la isla y aunque ya parece que la naturaleza va sobreviviendo aun es triste pasear por las montañas y ver pinos y palmeras con los troncos verdes y en la parte de arriba un verde espectacular. Cosas de la naturaleza !! Saludos

@reku (Alexandre Ríos) dijo...

Ojalá que este desastre no se vuelva a repetir. Tengo la esperanza de que la Naturaleza podrá rebrotar el daño causado, como siempre, por nuestras manos.
Estaremos atentos a tus noticias.
Saludos.

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