Adentrándose en el corazón de las fragas del Eume, a través del sendero que desciende desde A Capela hasta la antigua central da Ventureira, recorremos el bosque atlántico junto a las desvencijadas canalizaciones, en un descenso repleto de encanto.
Cuando uno llega a la antigua cámara de carga, no puede evitar detenerse.
La vegetación inunda el paraje de tal forma que resulta inquietante y satisfactorio a la vez observar cómo la naturaleza disputa por recuperar un terreno que es suyo.
El patrimonio natural y el patrimonio industrial configuran en este rincón un recuerdo constante de aquellos restos que abandonamos en un tiempo que no deja de ser efímero; lugares de donde nos marchamos y que la naturaleza vuelve a ocupar con el eterno ciclo de la vida.
Seguramente, esa sea una de las razones por las que uno cree estar perdido en el mundo en un recodo del bosque donde no es habitual encontrarse visitantes, así como debió sentirse el viajero en el tiempo de H. G. Wells.
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